¿Se puede ser distinto en la vida virtual y real?
REVISTA DE PRIMERA MANO
Es complicado mantenerse ajeno a las redes sociales. Quién
más, quién menos, todas las personas jóvenes viven en ese entorno virtual. De
ellos depende la cara que muestran en internet.
Los adolescentes pasan más tiempo en el mundo virtual y eso
favorece más alias, pero no son los únicos que tienen avatares digitales. Hay
un montón de gente adulta en redes sociales como Twitter, donde eso se da.
Basta con ver los nombres elegidos como usuarios.
En general, en la vida virtual y en la real somos distintos
porque lo virtual no exige poner el cuerpo y eso, junto al anonimato, desinhibe
y hace que el compromiso de cada uno respecto a sus dichos cambie, en algunos
casos, radicalmente. Para algunas personas puede llegar a ser como un carnaval
diario, donde uno elige el disfraz que prefiere.
¿Un mundo feliz?
¿El mundo de felicidad que muestra gran parte de las redes
sociales puede crear frustración y tristeza en sus usuarios? Es una realidad
que, como la analógica, tiene también un punto de ficción, en este caso más
acusada ya que permite fantasear sin tantos obstáculos, sobre todo en aspectos
relacionales (vínculos y sexualidad). La decepción siempre es proporcional al
nivel de idealización que uno hace, pero no es necesariamente mayor.
Las personas obtienen un nivel global de satisfacción en la
vida que deriva de fuentes diversas tales como la familia, la pareja, el
trabajo, las relaciones sociales o las aficiones en las que están implicadas. Cuando
un individuo no consigue diversificar sus fuentes de satisfacción o se siente
insatisfecha en algunas de ellas, puede recurrir al mundo virtual en un intento
de compensar en el mundo virtual lo que no tiene en el mundo real.
Recurre, entre algunas cuestiones importantes, a la
comparativa del mundo proyectado por sus amigos virtuales, a la cantidad de
estos amigos y al número de likes que suelen tener cada una de las
publicaciones que realiza.
En las 'app' para ligar
En el caso concreto de las aplicaciones de teléfonos
inteligentes creadas para ligar, muchos hombres ponen fotos suyas maqueadas
para dar mejor imagen y, por supuesto, evitan los perfiles más problemáticos,
en aras del éxito. Al final, estas app sirven para cosas imprevistas
inicialmente: hablar, conocerse… y sin necesidad de sexo real.
¿Puede haber detrás un trastorno de la personalidad?
Cuando se actúa de manera distinta en el mundo virtual y
real, en algunos casos, aunque son pocos, puede haber un trastorno, pero
habitualmente es una consecuencia de la interacción virtual que desvincula
nuestros dichos de lo presencial y, por tanto, del compromiso y la vergüenza.
Riesgo de adicción a las redes sociales
Un aspecto de especial importancia es el riesgo de adicción
a las redes sociales. La inmediatez en
la respuesta y las recompensas, la interactividad y las múltiples ventanas con
diferentes actividades (multitask) es uno de los mayores atractivos de las
tecnologías de la comunicación y la información (TIC) para los jóvenes en la
actualidad. El uso de las TIC, en general, es positivo, siempre que la
moderación no brille por su ausencia. Un aspecto fundamental es no dejar de
lado el resto de actividades que se encuentran en la base de la formación de la
identidad del joven y que son propias de una vida normal (estudiar, hacer
deporte, ir al cine, salir con los amigos o relacionarse con la familia).
Cuando el aislamiento aparece como consecuencia del abuso de
internet, debemos alarmarnos y poner en marcha acciones que eviten la aparición
de alguna de las consecuencias de abuso del mismo como ansiedad, baja
autoestima y pérdida de control.
Los perfiles de riesgo en la adicción a las redes sociales
no difieren en gran medida de los rasgos fundamentales que presentan las
personas para otro tipo de adicciones como drogas o alcohol. Algunos factores
importantes que pueden hacer que las personas centren la mayor parte de su
tiempo en redes sociales: una baja autoestima o bien estar pasando una
situación conflictiva de pareja, estrés, un desengaño amoroso o dificultades en
los estudios.
El rango de edad en el que esta propensión a la adicción a
internet es más peligrosa se sitúa entre los 15 y los 20 años, al igual que en
el caso de la adicción a drogas, ya que el primer consumo de estas sustancias
suele darse entre los 13 y 15 años.
Los adolescentes son el mayor grupo de riesgo. Su tendencia
a buscar nuevas sensaciones y su mayor tasa de conexión a internet, junto con
la mayor familiarización en las TIC, hacen que estos sean los principales afectados
por la doble cara de la moneda de las redes sociales (beneficios y perjuicios
de las mismas).
Hay veces, sin embargo, en que en la adicción subyace un
problema de personalidad: timidez excesiva, falta de habilidades sociales en
situaciones de interacción, baja autoestima o rechazo de la imagen corporal.
Otras veces se trata de personas que muestran una insatisfacción personal con
su vida e intentan llenar esa carencia con un mundo no real o ficticio en redes
sociales.
La falta de cohesión
familiar o déficit de relaciones sociales pueden incitar a una persona a
compensar en el mundo virtual las carencias del mundo real. En estos casos,
internet o las redes sociales actúan como apoyo 'psicotecnológico' de diferentes
carencias socioemocionales.
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